Celtiberia soriana
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La conquista del Alto Duero

La conquista de la Celtiberia por Roma tuvo lugar a lo largo del siglo II a.C. La victoria romana sobre los celtíberos en la batalla de Mons Chaunus (¿Moncayo?) y la toma de Complega, en el 179, llevó al tratado de Graco, que consiguió una paz duradera, conciliando algunas peticiones celtibéricas (reparto de tierras) con las exigencias romanas (pago de tributo, obligación de prestar servicio militar, no edificar ciudades nuevas ni fortificar las existentes, y concesión a algunas ciudades indígenas el derecho a acuñar moneda). Finalmente, Graco fundó una nueva ciudad, Grachurris (Alfaro), en la desembocadura del río Alhama, para proteger la frontera del territorio conquistado.

En este momento la zona controlada por Roma no sobrepasaba Segeda (El Poyo de Mara, Zaragoza), al sur del Moncayo, ni Arekorataz al norte de este monte (en la localidad de Muro, en Soria, que después sería refundada como Augustobriga); a ellas se les había concedido el derecho de acuñar moneda de plata, y representaban los apoyos romanos para seguir la conquista.

Esta línea de frontera se desplazó hacia el Alto Tajo-Jalón y Alto Duero a partir del 153 a.C., con el inicio de las guerras celtibéricas que se desarrollaron en dos fases: una primera guerra provocada por la ciudad de Segeda y que se trasladó a Numancia, entre el 153 al 151 a.C., y una segunda, entre el 143 y el 133 a.C., cuyo centro fue esta última ciudad, por ello se denominan “numantinas”, entre el 143 y el 133 a.C., que concluyó con la destrucción de la ciudad. A esta fase de la guerra, los historiadores romanos la denominaron Bellum Numantinum, por la primacía de la ciudad arévaca en sus enfrentamientos con la República romana, que frenará en seco durante diez años la hasta ese momento imparable expansión romana por la Península Ibérica.

El coste de esta guerra queda bien reflejado en las cifras citadas por diversas fuentes, las bajas romanas sumarían entre 60.000 y 80.000 vidas. La comparativa es clara cuando el número máximo de hombres de armas que reúnen los numantinos por enfrentamiento es de 8.000 como máximo al inicio de la guerra y de 4.000 al final, todos estos sucesos llevaron a que Numancia llegase a ser definida por Cicerón como

“ Terror de la República”, expresión que se generalizó a partir de ese momento.