Este ritual estaba destinado a los que morían en combate, lo que se consideraba un honor. Sus cadáveres, depositados en determinados lugares, eran expuestos a los buitres, considerados como intermediarios (psicopompos) entre los dioses y los hombres, ya que al descarnar el cuerpo transportaban su espíritu directamente a la deidad celeste. Este ritual era considerado más puro que la incineración, al evitar el contacto con la tierra.