El agua de lluvia y la acarreada desde los ríos, en caso de necesidad, se recogía en aljibes o depósitos, excavados en el manto natural y reforzados con piedra. Los hay de forma circular o cuadrada, situados en los patios de las casas para uso particular, o en las esquinas de las manzanas para uso comunal, como éste, dispuesto junto a una encrucijada de calles, que aún conserva el canalillo para encauzar el agua a su interior.
En la encrucijada se puede observar como la ciudad estaba planeada para defenderse del frío viento del norte, realizando el encuentro los distintos tramos de las calles de forma escalonada, para cortar el aire. Las grandes piedras dispuestas en el centro de las calles ayudaban a pasar de una acera a otra sin enfangarse, ya que los desagües de las casas iban a las calles.