Después de veinte años de guerras contra Numancia (desde el 153 a.C.), el Senado romano decidió mandar a su general más famoso, Publio Cornelio Escipión Emiliano (había destruido la ciudad de Cartago), que llegó a la zona en Octubre del año 134 a.C., tras asolar los campos de la vacceos del Duero medio, que suministraban a las gentes del Alto Duero vino y cereal.
En los meses siguientes, disponiendo de un ejército de 60.000 hombres (entre legionarios itálicos y tropas auxiliares indígenas), frente a los 4.000 numantinos encerrados en su ciudad, se dedicó a aislar Numancia con un férreo cerco, constituido por siete campamentos, levantados en los cerros que rodean la ciudad (están señalados con hitos blancos), unidos entre sí por un potente muro (vallum), de 9 kilómetros de perímetro (2,40 m de ancho y unos 4,50 m de alto, reforzado con torres de mayor altura). Además, en la confluencia del río Duero con el Tera y con el Merdancho, dispuso fortines con rastrillos para controlar el paso fluvial.
Tras veinte años de resistencia y once meses de asedio, Numancia fue arrasada en el verano del año 133 a.C., dándose la muerte cada uno a su manera y siendo vendidos los supervivientes como esclavos