Este rito estaba destinado a los que no morían en combate. Los celtíberos diferenciaban en la persona una parte material impura y otra pura o espiritual, por lo que, a través de este ritual, pretendían eliminar de forma rápida el espíritu de la materia, incinerando el cadáver con su ajuar en una pira funeraria o “ustrinum”. Finalizada la cremación, se recogían las cenizas y restos óseos del difunto, introduciéndolos directamente en un hoyo o previamente en una urna o vasija de cerámica; junto a ésta se depositaba los restos de ajuar u objetos personales del difunto, que habían sobrevivido al fuego: armas, elementos de adorno y utensilios. La tumba podía estar señalizada al exterior con una estela o cubierta tumular.