Se practica en esta necrópolis de forma generalizada, al igual que en otras celtibéricas, la inutilización intencionada de todas las armas y objetos de metal. Esta práctica trataba de evitar la separación del difunto de sus objetos personales, ya que existía una completa identificación entre la persona y sus objetos (las armas para el guerrero) como exponentes visibles de su propia identidad. Los objetos eran "matados" a modo de sacrificio, con el fin de que acompañaran para siempre a su difunto portador. Se conocen referencias etnográficas de la necesidad de la muerte ritual, la destrucción íntegra del objeto o el arma, para que su espíritu pueda acompañar al difunto al Más Allá. Muchos de los objetos de metal recuperados, como las fíbulas y los broches de cinturón, muestran señales evidentes de haber sido inutilizados e incinerados acompañando al difunto.