Un mes más tarde, Nobilior recibió importantes refuerzos del note de África, compuestos por trescientos jinetes y diez elefantes, y se preparó para librar batalla con los numantinos en campo abierto. Para sorprender a los celtíberos, Nobilior dispuso en orden sus tropas, pero escondiendo los elefantes a retaguardia, como cuenta Apiano: “Así que hubieron venido a las manos, se abrió la formación y aparecieron las fieras, con cuyo espectáculo, antes nunca visto en las batallas, se aterraron tanto, no sólo los celtíberos, sino aún sus mismos caballos, que huyeron a la ciudad. Nobilior los persiguió hasta las murallas, donde se peleó con valor, hasta que uno de los elefantes, herido en la cabeza con una gran piedra, se enfureció de tal modo que, vuelto a los suyos con terribles bramidos, comenzó a atropellar a cuantos encontraba, sin distinción de amigos o enemigos. A los bramidos de éste, enfurecidos los demás elefantes, comenzaron a hacer lo mismo, y atropellaron, mataron y desbarataron a los romanos”. Al ver los numantinos desde las murallas que los romanos huían, fueron en su persecución, mataron a un buen número de ellos y a tres elefantes, y se apoderaron de sus armas y enseñas.